Siendo viernes debería tener una sonrisa más grande en el pico, pero es que aún no se me ha pasado el enfado de ayer. Pero estoy segura que ahora, al contároslo se me pasa, y nada me va a aamargar este fin de semana, ni siquiera la falta de civismo de la gente.
Os cuento. Ayer salí a dar un paseo a última hora de la tarde, y me encuentro a una señora toda mona, con sus tacones, su pelo de peluquería, el tintineo de sus pulseras y una cadena adornada con lazos y strass que la unía a un perrazo. Ambos paseaban tranquilamente cuando, de repente el perro se para en seco y se dispone a hacer sus necesidades. Allí mismo. En medio de un parque tremendamente transitado. Es un perro.
Ella, decide que para darle tiempo e intimidad al perro, va a llamar por teléfono a alguien. Al poco tiempo, el perro ha terminado y ella sigue chachareando. Así que cuando es consciente que ya puede moverse, como quien no quiere la cosa, comienza a andar mientras mantiene la conversación. El perro, cada dos pasos mira hacia atrás, (juraría que con cara de remordimiento) echando la vista hacia donde había dejado su huella. Estoy segura que él era el único consciente que haber obrado mal. Dejar el pastel en medio de un parque lleno de niños no es de buenas personas.
Apostaría a que en la cabeza del perro rondaba esta estampa. Y apostaría aún más, que sería más fácil adiestrar al animal para que se hiciera cargo de sus cosas, que a la señora!!!
Miss Owl
No me hables q ayer al salir de la guarde había un pastel y lo pisé con todo el equipo....q ascazo!!
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