Mini Candy Bar

lunes, 20 de diciembre de 2010

TERRONES NOCTURNOS



 SEÑORA, ¿ MADIL O CHANDAL?
 
En estas fechas que se aproximan, a uno le vienen más a la cabeza la gente que falta. En mi caso, últimamente me acuerdo mucho de mi abuela Lisa. Ya os he hablado de ella. Es la de la Mirinda y la de los Trinis de manzana.

Era la monda!

Supongo que cada uno tiene en su familia una persona especial. En la mía, sin duda la más especial de todas era la Abuela Lisa. Y además, es la única que falta.


 

Tenía 95 años cuando se puso muy malita y se apagó. Pero hasta entonces, nos daba mucha guerra. Mucha guerra en el buen sentido de la palabra. Era una gran aficionada de las quinielas. De hecho las hacía todas las semanas, a conciencia, pensando cada resultado, y los domingos siempre estaba en su cocina, cosiendo y con aquella radio que debía tener sus mismos años, a todo volumen.

De hecho recuerdo el día que bajo el quicio de la puerta del salón, se quedó parada, y con una mano en la cadera y la otra sosteniendo la radio, dice con cara de pena infinita:

- ¡Pero quien me iba a decir a mi, que el Osasuna iba a perder en casa!

Parece que el dichoso Osasuna le fastidió una de 13, o de 14, no lo recuerdo.
 
Otra vez, y de esto hace menos de 4 años, a mi padre le para el banquero del pueblo y le da la enhorabuena por lo de su madre:

- Esta Doña Lisa, es tremenda! Que suerte ha tenido, 2 quinielas en 3 meses…!
 
Podéis imaginaros la cara de haba que se le quedó a mi padre. Hasta ese momento éramos desconocedores absolutos de que a la abuela le había tocado un premio, bueno, en realidad dos. Al llegar a casa, ella lo negó y siguió negándolo hasta que le dio la risa, y tras verse obligada a confesar, le espeta a mi padre:

- Bueno hijo, es que no dije nada por que al ser dos… no quería salir en la prensa…

Sin comentarios. Solo os diré que el premio de una de las dos rondaban los 50.000 euros.

Era una “ardilla” como diría Mr. Owl. Cuando a los 93 años se rompió la cadera, la operaron a condición de que se esforzara un poquito con la rehabilitación.  A los 3 días de ponerle una prótesis de cadera ya caminaba por el hospital, eso si, con un andador. Pues el hecho es que mi tío médico, le compró una bicicleta “estética” como ella decía, para que todos los días pedaleara al menos un kilómetro, con el fin de coger un poquito de musculatura en esas piernitas de Ana Obregón que tenía.

 
Pues la muy pilla, como no le gustaba nada eso de subirse a la bici, y como sabía que le controlábamos la distancia recorrida en el pequeño ordenador que la bici incorporaba, no se le ocurrió otra cosa, que obligar a la asistenta a pedalear todos los días un ratito, y por supuesto esa obligación llevaba implícita la prohibición de chivarse. Yo, lo único que me viene a la cabeza es la duda tan grande de la pobre asistenta todas las mañanas: ¿Qué me pongo, el mandil o el chándal?
 
La descubrió un día mi tío, que apareció antes de lo esperado, en una visita sorpresa. Y claro, otra vez le dio la risa. Y con esa risa de “Yo no fui” la quiero recordar el resto de mi vida.
 
Miss Owl.





3 comentarios:

  1. Qué linda!!y que pilla!! yo solo tengo ya una abuela y la verdad esq es la leche, y cuando se pone a contar historias te pueden dar lasmil de lobien que las cuenta y lo entretenida que es.
    Un abrazo!!

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  2. Gracias Dina. Cierto es que era un personaje. Los abuelos son lo mejor del mundo.
    Miss Owl

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  3. Jajajajaja!!! Esta me encanta... mucho nos hizo reir!!! y lo mejor es escuchar al tío médico contarlo!

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