Una Noche de Cuento
Hoy, por ser el primer domingo de la temporada, y porque aún me sabe todo a mar, este Terrón nocturno se lo dedico al lugar más bonito y mágico que existe.
Once upon a time a magic place, a magic place where they make real the dreams...
No iba a ser una noche más. No. Pese a que nunca he tenido dotes visionarias, llevaba tiempo con esa percepción. Era el último fin de semana que iba a estar allí, y todo se iba a confabular para ser la mejor noche del verano. No era la más calurosa. No era la más larga. Pero me daba en la nariz que esa iba a ser una noche de cuento.
A última hora de la tarde habían llegado Becky y su marido. Antes de la cena, fuimos al local en el que estaríamos unas horas más tarde vibrando en un concierto. Andaban a vueltas con la prueba de sonido. Realmente sonaba fantástico. En ese momento a Becky se le ocurrió llamar a su sobrina Carol (absoluta fan) para contarle donde nos encontrábamos y qué estaban viendo nuestro ojos. Enloqueció. Rogó, suplicó, lloró e inquirió una foto, una autógrafo, un rizo o algo del artista. ¡ Algo!. ¡ Pero cómo lo íbamos a hacer! Difícil empresa.
Reconozco que en la cena, propuse falsear una firma con unas palabras cariñosas, para que la jovencita se quedara tranquila. Pues ¿como íbamos a conseguir semejante encargo?. Definitivamente tendríamos que mentir. No podía fallarle, Becky era su tía favorita.
Llegada la hora del concierto, nos situamos en el lugar más próximo al escenario que el resto de adolescentes nos permitieron y comenzó la gran noche. Cantamos, bailamos, saltamos, sudamos, silbamos, reímos... Fue genial. Dos horas de disfrute absoluto.
Cuando hubo terminado, con sus bises incluídos, pasamos al salón. Cambio de temperatura y de música; pero no de ilusión. Debíamos cumplir el encargo. Difícil o casi imposible misión la que teníamos que afrontar.
De repente, alguien me preguntó:
- ¿ No serás la típica mujer que lleva un rotulador en el bolso?
- No, lo siento. (En verdad, en mi bolso de noche, a duras penas caben unas llaves, unas monedas sueltas, y una barra de labios que no uso nunca).
Oh! Dios mio! Vimos el cielo abierto. Necesitaba el rotulador para la firma de un autógrafo. Tenía enchufe e iba directo al artista. ¿Como dejarlo escapar? Abrimos los ojos tanto como nos fue posible, implorando, rogando unas palabritas para Carol. Nos prometió mucho más que eso. Nos prometió que intentaría traernos al sujeto, para que se lo pidiéramos nosotras mismas. Seguramente prefería que fuéramos nosotras quienes le contáramos la historia (o histeria) de la sobrina. Creo que no nos creía. No me extraña. Yo tampoco lo hubiera creído.
Enloquecimos. Realmente, ahora con la calma propia de una adulta, creo que fuimos poseídas por el espíritu de una quinceañera (Carol). Alguna fuerza extraña nos dominó, e hizo que actuáramos como lo haría Carol. A mi personalmente siempre me han parecido unas histéricas las adolescentes que gritan a sus cantantes favoritos (quien no haya leido el terrón nocturno de "Tú pide por esa boquita..." que no lo haga, así no me desmonta la teoría). De repente, Becky y yo nos vimos envueltas en una risa nerviosa que nos duró un par de días. En ese preciso momento avisamos a nuestros respectivos que no nos podíamos mover de allí. Pese a ser más de las 3 a.m. debíamos permanecer de guardia hasta ser llamadas a filas. Se fueron.
Entonces ocurrió. Vino lo que en el cuento sería el "Hada Madrina" aunque sinceramente, creo que ese término no es muy adecuado, más bien debería llamarle duendecillo, o quizás Ratoncito Pérez, por lo de la nocturnidad, y cumplió su promesa y nos llevó a un privado en el que estaba el artista. Cruzamos la puerta, y lo vimos ahí, todo mundano, comiendo empanada, y ofreciéndonos. Fue la monda. Fotos. Muchas fotos. Fotos posando con nosotras. Fotos autografiandonos las entradas. Fotos comiendo.
Después de soportar con infinita paciencia y educación nuestras peticiones, se fue. Nos quedamos allí los tres. Comiendo más empanada. Haciendo más fotos. En fin, disfrutando de nuestros quince años. Volvimos al salón. Seguimos bailando, seguimos riendo, seguimos siendo adolescentes. Seguimos creyendo en los cuentos.
Eso duró hasta las seis y media de la mañana. Madre mía qué aguante. Debían ser las hormonas espirituosas de Carol que nos mantuvieron despiertas y con fuerzas. Volvimos a casa. Había pasado la mejor noche del verano. Creo.
Después todo volvió a la normalidad, seguimos con nuestras vidas y comimos perdices.
Colorín Colorado este cuento se ha acabado, no sin antes darle las gracias a Carol y su espíritu posesorio y al Ratoncito Pérez, que nos dejó, sin estar durmiendo, algo más valioso que una moneda.
Miss Owl.
...issss....el nombre del zampa empanadas???...por si la envidia!!
ResponderEliminarmart a.
Eso,eso y el nombre del afortunado principe que os honro cob su invitación?
ResponderEliminarEsoo!!! Alguna pista! He leido por ahí rizos.... Será, será??? Sea quien sea muy majete!
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