De cuando volví a preguntarme:
¿Por qué me pasan siempre estas cosas?
¿Os acordáis cuando me iba de vacaciones, que os prometí que llevaría una libreta en la que apuntaría las cosas dignas de ser contadas en un Terrón Nocturno? Pues lo hice. Confieso que era una forma de hablar. Pensaba pasarme un verano tranquilo, sin sobresaltos, solo tomando el sol y disfrutando del mar.
¿Por qué me pasan siempre estas cosas?
¿Os acordáis cuando me iba de vacaciones, que os prometí que llevaría una libreta en la que apuntaría las cosas dignas de ser contadas en un Terrón Nocturno? Pues lo hice. Confieso que era una forma de hablar. Pensaba pasarme un verano tranquilo, sin sobresaltos, solo tomando el sol y disfrutando del mar.
Otra vez me equivoqué. ¿Porqué siempre meme equivoco?
Resulta que todos conocéis mi aficción por la lectura, y por el sol, asi que este verano ha sido una combinación perfecta. En el pequeño jardín de la entrada, tengo mi rincón de lectura, presidido por una cómoda silla de exteriores y un buen cojín que acomoda mi postura. La rutina diaria, era desde bien tempranito, recostarme allí con mis libros, disfrutando de lecturas que después, jueves a jueves os recomiendo.
Pues en ello estaba uno de esos días. Con bikini y vestido playero, me relajaba leyendo a mi Marian Keyes, mi favorita. Empezaba a apretar el calor, así que me bajé el vestido hasta la cadera, para broncearme de manera más uniforme brazos y barriga. Aunque era un vestido fresco, tipo seda natural, me daba bastante calor, así que decidí cambiarlo de forma. Imaginad un pañuelo bien grande, doblado por la mitad y con un agujero en medio para meter la cabeza. Genial. Facilísimo de poner y de recolocar. Así que lo hice. Dónde antes tenía un brazo, ahora metí la cadera, de forma que con la tela sobrante me hice un nudo. En fin, era como un pareo pero con un poquito más de vuelta.
Pues en ello estaba uno de esos días. Con bikini y vestido playero, me relajaba leyendo a mi Marian Keyes, mi favorita. Empezaba a apretar el calor, así que me bajé el vestido hasta la cadera, para broncearme de manera más uniforme brazos y barriga. Aunque era un vestido fresco, tipo seda natural, me daba bastante calor, así que decidí cambiarlo de forma. Imaginad un pañuelo bien grande, doblado por la mitad y con un agujero en medio para meter la cabeza. Genial. Facilísimo de poner y de recolocar. Así que lo hice. Dónde antes tenía un brazo, ahora metí la cadera, de forma que con la tela sobrante me hice un nudo. En fin, era como un pareo pero con un poquito más de vuelta.
Así estuve un buen rato leyendo, cuando de repente llamaron al timbre. Me levanté, me cercioré de que tenía todo en su sitio y abrí el portal. Era el cartero que me traía una certificación de no sé qué historias del ayuntamiento.
- Buenos días.
- Hola, buenos días. Dígame
- La señora Lisa Owl
- Si, soy yo.
- Le traigo una certificación, pero antes necesito su firma y comprobar el DNI
- si, claro, enseguida lo traigo, lo tengo dentro de casa.
Así que me pegué la vuelta (que diría Pimpinela) y entré en casa, a coger la documentación probatoria.
Cuando regresé, noté un cierto gesto burlón en la cara de aquel funcionario de correos, pero no le di importancia. Yo también me acuerdo de situaciones y me da la risa, a veces fuera de tiempo.
Le mostré el carné, firmé, recogí el sobre, y me despedí amablemente. Él también fue amable conmigo, y sonriente.
Volví a mi sitio, al sol, y a meterme de nuevo en la piel de Maggie, la protagonista del libro.
Cuando hubo pasado un rato que no puedo precisar, llegó el Sr. Owl, que había salido al pueblo, y me levanté a ayudarle a recoger las bolsas del coche.
Cogí tres, me pegué la vuelta (tengo día Pimpinela, lo siento) y me dirigí a la cocina, cuando me dice:
- Pero, Lisa... ¿qué lleva puesto?
- mmmmmmm ¿qué?
- Que qué te has puesto hoy.
- Pues es el vestido de siempre, pero en forma de pareo. ¿no lo reconoces?
- Pues no. Le noto algo un poco raro. ¿Te has visto por detrás.?
En ese preciso instante se sucedieron varias imágenes en mi cabeza, la primera el gesto del cartero... después ya seguidas todas aquellas caras de la gente que abarrotaba la Biblioteca en la que estudiaba hace ya muchos años, cuando pasé una situación tremendamente bochornosa. Al oir las palabras del Sr. Owl, dejé las bolsas en el suelo, me eché las manos al pompis y noté directamente mi mano sobre la piel del mismísimo. Por Dios! ¿otra vez?
Subí casi de un salto las 15 escaleras que separan el piso de arriba del de abajo, y me metí en la habitación del espejo entero. Me di la vuelta girando la cabeza lo más que pude y lo vi. Fué horrible. Ahí estaba, el gran agujero del vestido, por el que se supone que tenía que meter la cabeza, justo enmarcaba mi popa sútilmente cubierta por un minibikini, como si de un marco antiguo y redondeado se tratara. En ese momento entendí el gesto del cartero. ¿Cómo no iba a estar tronchado de la risa antes semejante espectáculo (y ya puestos a las bromas, nunca mejor dicho, si prescindimos de los acentos...)?
Así que desde entonces, cuando estoy allí, en mi casita de verano, "vivo con miedo de que el cartero llame a mi puerta", como si de un grupo de facebook se tratara.
Son cosas que pasan; pero ¿por que siempre a mi?
Miss Owl
Piensa que le alegraste el día al señor cartero!un besito!
ResponderEliminarSi esq lo q no te pase a ti....muy buena historia
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