Mini Candy Bar

jueves, 31 de marzo de 2011

Estanterías para las Lecturas


 
Buenos jueves de recomendaciones. Esta vez os voy a recomendar un relato corto, escrito por alguien muy especial, Miss Owl´s Cousin. La recomendación está hecha desde el corazón, como no podía ser de otra manera, pero no por eso deja de ser una buena recomendación. Mejor dicho, no por eso deja de ser un buen relato.

Hace algunos jueves, os decía que os iba a presentar a un joven, con un relato ganador del tercer premio de un certamen al que se presentaron más de 400 candidatos. Pues desgraciadamente, ese relato que es fascinante, y emocionalmente agudo, no puedo linkarlo, ya que por el plazo de un año, pertence a la organización del certamen.

Pero no importa. Tenemos más. Miss Owl´ Cousin tiene un buen repertorio. Lo primero que haremos es transcibir una autodescripción que le pedí que hiciera. Una visión de sí mismo para que nos sirviera de enganche. Esto es lo que dice:

Soy uno de esos a los que le gustan contar historias. Podría decirse que invento lo que cuento, pero lo cierto es que toda fantasia tiene un trasfondo real, una experiencia propia o ajena, algo que en su día se archivó en alguna de las estanterías que destinamos a estos fines y que se esconden en el interior de cada uno. Por este motivo, creo no equivocarme al asegurar que, lo que hago muchas veces es algo así como rebautizar la realidad.
(Nota de la menda: ¡ como escribe el chiquillo!)
El relato, que transcribimos a continuación se titula "Con Chocolate, por favor".


Os doy la pista:


Me piden que hable de un beso. Podría hacerlo llenando mi relato de palabras rimbombantes y voluptuosas poco apropiadas. Podría contar una historia real, pero nunca estaría a la altura de los grandes besos a los que el cine nos ha acostumbrado, aquellos con los que sueñan las futuras jovencitas decepcionadas de medio mundo. Podría, también, inventarlo. Bastaría con elaborar un marco inigualable. Introduciría en la descripción unos fuegos artificiales, o mejor, de artificio; una noche estrellada, una playa desierta y un perro peludo sacudiéndose al lado de dos enamorados, mientras éstos se deshacen en caricias y risotadas la última noche del verano. Bastaría con hablar de una colina solitaria desde donde se contempla una ciudad iluminada. Y un coche. Y una canción. Y es que parece que un buen beso tiene que estar envuelto en una parafernalia brutal. ¿Acaso cuando uno besa no cierra los ojos para olvidarse de todo cuanto escenario le rodea? Qué importan, pues, todos esos adornos. Nunca necesité la ayuda de las estrellas, ni de una canción, ni siquiera de una cena a base de espagueti a la luz de las velas en un callejón. Lo que no significa que, en ocasiones, no haya caído en las viejas costumbres románticas.

Se ha escrito mucho acerca de los besos. Canciones. Poesía. Otras veces, las palabras han sobrado. En ocasiones, sirenas de policía han seguido a esta primitiva demostración de afecto. Para algunos, los besos fueron faros, luces encargadas de orientar un rumbo. Para otros, el reducto de una perversa intención. ¿Quién no ha dado alguna vez un beso por compasión? ¿Quién no ha besado aun sin sentirlo el corazón? ¿Quién, orgulloso, no ha esquivado un beso deseado? Hay personas a las que se les escapa la vida sin ser besadas. ¿Quién puede confiar en un beso?

Aquella madrugada volvimos juntos a la habitación de un hostal en obras. Tuvimos que caminar como equilibristas de circo sobre varios tablones de madera, ya que las escaleras habían desaparecido. Juntando hasta el último céntimo que cayó al volcar nuestros bolsillos, aquel lugar fue el único que pudimos costearnos. Sólo hacía unas horas que nos conocíamos, pero todo discurría con apabullante naturalidad. Nos fuimos desnudando muy poco a poco. Ella guardaba un bolígrafo negro en el bolso que utilizamos para auto dedicarnos el cuerpo del otro. Escribíamos frases que descifrábamos mirándonos al espejo. Era temprano, y con el chocolate del desayuno que nos llevamos en vaso de cartón nos pintamos la cara, los brazos e incluso más allá del ombligo. Sobra decir que también nos lo comimos. Aunque frío, sabía, si cabe, mejor. Recorrí lentamente con mi lengua, y con los ojos cerrados, el dulce camino desde su pecho hasta su barbilla. Me detuve. Al abrirlos observé su boca en forma de corazón embadurnada de chocolate. Volví a cerrarlos. Mientras, afuera, un millón de fuegos de artificio explotaban en un cielo despejado, iluminando la habitación al ritmo de nuestros labios.



¿Que? ¿como os habéis quedado? Lo entiendo. Solo espero que la dueña y señora de este blog no me rescinda el contrato para prescindir de mis historias y sustituirme por un insolentemente joven buen escritor...







1 comentario:

  1. Como diría mi abuela (gran lectora donde las haya) BARBARO!!Menudo beso.....me apunto un par de ideas, jejeje

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